lunes, 1 de marzo de 2010

Entrenar en Gijón...

Porre y yo lo teníamos claro; teníamos que empezar el año entrenando en un lugar bonito, y con mayor motivo si el segundo día de estancia en Gijón tocaba comida en "El Restallu".

Y así lo hicimos.

Como punto de partida, la playa de San Lorenzo. El primer día, tiramos hacia la izquierda con la idea de llegar hasta el Cerro de Santa Catalina, coronarlo, y recuperar el resuello junto al Elogio del Horizonte. Una vez allí, admiramos la obra de Chillida con su paisaje circundante, que proporciona a la escultura un aire de belleza y tranquilidad que invitan a la contemplación y al agradecimiento por estar en ese momento allí, entrenando con un amigo.

Y desde el cerro, continuamos hasta el Puerto de El Musel a ritmo cómodo, retornando por el entramado de calles que arropan el litoral. Ya por entonces, el ritmo fue creciendo paralelo al cansancio, pero el paso junto a don Pelayo erguido sobre su caballo, nos sirvió de estímulo para ofrecer unos minutos finales de rápidas zancadas.

El estiramiento final, aprovechando la barandilla del paseo marítmo, escalera 11, fue, sencillamente, antológico; ¿por qué?, porque la temperatura era idónea, el paraje espectacular, la sensación óptima y la compañía perfecta.

El segundo día fue parecido pero mejor aún (no hay dos entrenamientos iguales, aunque el camino sea el mismo). Iniciamos el entrenamiento dejando el mar a nuestra izquierda con el objetivo de llegar hasta el Parque de la Providencia, que se divisaba lejano y elevado, muy elevado. Hasta que llegamos al final del paseo marítimo, todo eran comentarios y risas, pero cuando el camino comenzó a inclinarse y el asfalto dejó paso a una hilera intermitente de piedras que trazan la senda hacia lo alto del Parque, cada uno tiraba como podía y en silencio. Silencio roto sólo por algún exabrupto inmerecido, sin duda, lanzado al terreno que pisábamos. Zancadas lentas y torpes, mirada a izquierda y abajo; al suelo para ver si éste llaneaba y a la siniestra suplicando fuerza a la inmensidad del mar. El camino picaba cada vez más pero ya quedaba menos, perogrullada que evocas absurdamente en ese momento, y por fin coronamos el parque y alcanzamos la Providencia.

Todo el esfuerzo mereció la pena y cobró significado cuando subimos el último escalón del mirador, ubicado en el punto más alto del Parque de la Providencia. Desde allí todo es bonito; abajo, hierba verde precediendo las aguas trémulas que amanecen intranquilas, y al fondo, las nubes en pugna con el Sol a punto de ganarle la partida... ¡¡Eh, despierta!!, coge aire y te bajas, machote, que te queda la vuelta. Y ésta se tornó perfecta, para gustos los colores, pues una fina lluvia comenzó a refrescar nuestras caras precipitando así gotas de esfuerzo con sabor a salitre.

Tras 10 km, volvimos a estirar en el mismo sitio que el día anterior y la sonrisa cómplice de ambos fue pensando en el homenaje gastronómico que nos habíamos ganado.

Bendito "Restallu".

Y así es como distruto de un entrenamiento con un amigo; compartiendo esfuerzo, pisando un lugar bonito.

Gracias Porre.

4 comentarios:

  1. Buen enfoque y mejor resultado. Tan importante es lo que se cuenta, como la menera en que ésto se hace. Y me alegra ver que tú le sacas buen partido a esto último. ¿Compartirás más vivencias en la furgo...?

    Saludos David G.Diaz

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  2. Muchas gracias, tocayo, agradezco mucho tu comentario. A la furgo, que da mucho juego, hemos de sacarle todo el partido posible, y vamos por buen camino... Un abrazo fuerte.

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  3. Que buenos recuerdos me trae Gijón. No me importaría nada unos entrenos por la playa de San Lorenzo.

    Un saludo desde Madrid.
    Guillermo

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  4. Muchas gracias Guillermo por tu comentario. Si te has fijado en el calendario de carreras de más arriba, dentro de poco estaremos por Gijón corriendo su I Media, si te animas, la playa queda muy cerquita...

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