lunes, 22 de febrero de 2010

Correr saludable(mente)

Correr.

Correr en cualquier lugar sin importarme las condiciones meteorológicas ni el día que sea. Me ha dado igual que hoy sea domingo, día en que muchas personas aprovechan para descansar. Me ha dado igual que esta mañana, cuando he salido a entrenar, hiciera frío, 1ºC, y lloviera leve pero incesantemente. A los cinco minutos estaba empapado y no era de sudor. Me ha dado igual que ayer y anteayer hiciera los peores entrenamientos de mi vida. O quizá por eso, porque el viernes me costó mucho cubrir 10 km por un recorrido habitual en mi rutina de entrenamiento y el sábado, que repetí distancia para comprobar si el cuerpo respondía y rebajaba minutos al cronómetro, fue aún peor. No sólo no rebajé sino que no pude terminar y el último tercio del recorrido lo tuve que hacer andando. El corazón me iba regular, la cabeza me iba mal y las piernas, directamente, no me iban. Así pues, llevaba dos días dándole vueltas a las posibles causas de tan bajo rendimiento y deseando que llegara hoy domingo para entrenar y comprobar que los males eran efímeros.

Y así ha sido, porque aunque escaseaba mi tiempo libre y he tenido que acortar la distancia, durante los 8 Km que he corrido, las sensaciones han sido buenas; el corazón ha respondido y las piernas también. Y esto significa más, mucho más, que un buen entrenamiento; porque el resto del día no le he dado vueltas a la cabeza. En definitiva, he recuperado las sensaciones de cuando entreno o compito. Aunque lo de competir, bien se merece un artículo aparte.

Compruebo, día tras día, que cuando corro, vienen a mí pensamientos positivos y a medida que voy cubriendo distancia, la sensación de bienestar aumenta paralela al esfuerzo, directamente proporcional a él. El estrés inicial con el que puedo comenzar un entrenamiento se queda en la línea de salida, lo dejo atrás con las primeras zancadas y adiós muy buenas, ahí te quedas. Y cuando el entrenamiento no es muy exigente, cuando el ritmo que llevo es suave, incluso me da tiempo a disfrutar de lo que me rodea. Si entreno en Madrid, por ejemplo, contemplo el cielo de cuándo en cuándo y admiro sus múltiples tonalidades y colores. Esto lo disfruto, sobre todo, en la parte del día que más me gusta, entre perro y lobo*, es decir, cuando la noche va venciendo a la tarde y el sol recorre sus últimos metros.

Esto durante el entrenamiento, porque tras él, lo primero que hace la mente es darme las gracias. Ahora, sin estrés, se encuentra más relajada, feliz. Tras el esfuerzo, ha liberado endorfinas y se encuentra con tal sensación de bienestar que sonríe, sonríe porque sabe que yo disfruto corriendo y le proporciono muchos momentos agradables. Hago que se sienta bien con mucha frecuencia. Y ese “sentirse bien” es el motor que me proporciona un patrón de comportamiento para el resto del día. Elimina cualquier conato de ansiedad, ira o angustia que me pueda perturbar, por lo que la jornada transcurre mejor, ¿no creéis? Si antes de empezar un entrenamiento hay algún problema que me ronda la cabeza, tras él, no desaparece, no, pero las opciones para solucionarlo se han multiplicado. Las cosas se ven de otra manera y ésta es más positiva, ¡claro que sí! Este es el principal argumento que utilizo cuando me preguntan qué siento cuando corro, o por qué corro en vez de estar tumbado tranquilamente en mi sofá.

*LLAMAZARES, Julio, Entre perro y lobo, Alfaguara, Madrid, 2008.

Lazarillo

2 comentarios:

  1. ¡Me encanta tu relato sobre el correr! La mayoría de los que practican un deporte de forma regular piensan esto mismo, practicar un deporte libera el espíritu, la mente y crea adicción.
    ¡¡¡Lástima que Carol y yo no utilicemos drogas!!!
    (claro que así nos va...jejeje)(o sea ¿vivan las drogas? eh!!!?!)

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  2. Pues nada, Sonia, cuando quieras nos drogamos juntos; por ejemplo, dentro de tres domingos por la mañana. Pepe, Isma y yo necesitaremos aliento para llegar a meta. Muchísimas graicas por el comentario. Este artículo me lo han publicado... ¡¡¡En Brasil!!! Ya te lo contaré. Un beso fuerte.

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